A principios de siglo, en el periodo de Entreguerras, emigró a Francia desde una pequeña ciudad Valenciana , Vicente López. Iba en busca de su hermano que se había ido años antes, y nadie sabía nada de él. Sus padres le dijeron :“Vete a buscar a tu hermano que se ha hecho rico y no ha vuelto”.
Nada más lejos de la realidad, su hermano, estaba en un pequeño hostal buscándose la vida, con muchos otros inmigrantes. Tras la desilusión inicial, lo mismo tuvo que hacer Vicente, con 19 años en la capital francesa. Así que su primer trabajo fue tapando zanjas de la primera guerra mundial.
Después encontró un trabajo en un puesto de frutas en el mercado de París, y allí vivió unos años de estabilidad, las propietarias del puesto de fruta y verdura eran dos mujeres mayores. Al cabo de unos años, ellas se jubilaron y Vicente se quedó con el puesto en el mercado. El negocio iba creciendo, de hecho tal y como crecía, Vicente llamaba algún sobrino para que fuera hacerse cargo de ese puesto. Y así poco a poco fue creciendo.
Llegó la Segunda Guerra Mundial y a Vicente, que ya tenía varios comercios de venta de fruta y verdura, le compraban la fruta para los campos de refugiados, y él iba a repartirla. Un día alguien le pidió que le ayudara a sacar de allí a dos personas, le aseguraron que él no correría peligro alguno, para ello necesitaban saber todos los días la hora de reparto y la ruta exacta que hacía. Vicente contestó, que les daba esa información, pero que no quería saber ni donde ni cuando, es decir, que si alguien se subía a su camión de reparto, él no lo quería saber, ni el día ni la hora. Y así fue. No lo supo.
Pasada la Guerra recibió una invitación a una fiesta en el centro de París. A él las cosas le iban muy bien, continuaba con el comercio de fruta y ahora se dedicaba a la importación y exportación. Acudió a la fiesta, y el anfitrión era una de las personas a las que había ayudado a salir de campo de refugiados unos años antes. Él no lo sabía. El anfitrión le dijo pídeme lo que quieras, un cheque en blanco si es necesario, y Vicente le dijo: «Mañana llega el primer barco de plátanos a Paris quiero comprarlo entero». Y le entregaron un cheque en blanco para lo comprara. Y así fue como consiguió dar un paso más y hacer crecer aún mas su negocio de importación y exportación de fruta.
Aunque de esto han pasado más de 100 años y los líderes han cambiado, hemos pasado de los líderes que castigaban y premiaban a los que motivan, Vicente a pesar de ser del siglo pasado, sí que reunía ciertos rasgos del líder creativo que describe Pink, como por ejemplo, generando un ambiente que fomentaba la autonomía, para ser capaz de dirigirse un mismo, o también proporcionar la oportunidad de ser cada vez mejor. Así lo hizo con todos los sobrinos, a los que les fue dando los diferentes almacenes que iba abriendo y él no podía gestionar.
Esta historia es verídica y Vicente López era mi abuelo.
Vicente era mi abuelo.
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